martes, 21 de octubre de 2008

Adiós Buenos Aires, hasta la próxima

Me levante como a medio día totalmente destruido, me sentía mal, tenía un guayabo increíble, de esos que me dan a mí. Estuve como dos horas acostado haciéndome el dormido pensando en mi regreso y muchas cosas más, no tenía muchas ganas de dar la cara después de la vomitada de la noche anterior, además que por la pelea con Kershak yo no andaba de muy buenas pulgas con él. Su hermano mayor había dormido en la cama justo a mi lado y cuando se dio cuenta que yo estaba despierto me empezó a hablar, me aconsejaba muy tranquilamente sobre los peligros de los excesos y de Dios, yo lo escuchaba con respeto, sin embargo su madre le gritaba desde la cocina que me dejará en paz, que esa no era una iglesia, yo no reaccionaba todavía.

Cuando por fin desperté, recordé que ese domingo se celebraba el día de la Madre, lo primero que hice fue felicitar a la mamá de Kershak con un abrazo. La familia tendría un almuerzo en casa con motivo de esta celebración y yo, aunque colado, tendría mi puesto en ella. Nos sentamos a almorzar pasta, me sirvieron una porción gigante y una copa repleta de vino, al final no pude con todo el plato ¿Lo pueden creer? Kershak se comió lo que yo había dejado. El almuerzo fue complicado, nunca me podré acostumbrar a las discusiones familiares.

Me salí de la casa, deseaba estar solo. Fui en busca del Cyber de confianza, tenía muchos deseos de hablar con Jane y de felicitar a mi mamá, estaba cerrado. Empecé a caminar por todo el barrio, tratando de mantener cierto orden para no perderme, al fin conseguí un lugar y me pude conectar, le confesé a Jane que volvería antes de lo que le había dicho, le dañe la sorpresa, le conté de lo aburrido y pobre que andaba, la mamá de Kershak me había dado la plata para poder comunicarme con ella. Alcance a saludar a mi madre y darle las felicidades. Las calles estaban solas, tenía que ir a alistar maleta para partir, por primera vez.
Diego ya estaba en la casa esperándome, después de alistar los últimos detalles y de despedirme de la familia de Kershak salimos los 3 para el terminal El Retiro. Esta vez decidieron que lo mejor que podíamos hacer era irnos en el Metro, así lo conocería aunque sea por ultima vez. La distribución de los asientos era muy distinta al del metro de Santiago, y aunque estaba muy limpio, no lo llegue a disfrutar. Además dos argentinos enormes, mala carosos, nos miraban y a mis maletas, yo sentía que en cualquier momento se pararían a darnos en la jeta para robarnos, y entre Kershak, Diego y yo no creo que hubiéramos hacer mayor diferencia.
El terminal El Retiro es grandísimo, no me di cuenta el día que habia llegado, cuando por fin ubicamos el bus en el que me iba a ir, nos sentamos a esperar y a charlar los últimos detalles pendientes, le agradecí por todo y me despedí con un abrazo, Kershak me pego unos gatos por unas deudas de hace años (unos chistes malos que le conté). En la primera llamada del bus me subí y desde la ventana les di el último adiós. Fue la ultima vez que hable con Diego, pensé que sería la ultima vez que vería a Kershak, lucía la camiseta de defenza que le regale y la gorra amarilla que me quito, espero que un año después este bien, él. Obviamente yo estaba sentado en el segundo piso del bus.

El bus estuvo allí un buen rato, pero finalmente arranco. Apenas salimos del terminal pude darme cuenta del sector al que me había referido antes en esta misma entrada, definitivamente era algo que no había conocido de Buenos Aires, era esa cara oscuro, esa cara naturalmente latinoamericana que durante los días que viví allí, nunca pude ver, parecía que los hubieran escondido, como cuando Bush llegó a Bogotá. Sentí nostalgia, siempre es feo partir, pero mi deseo de ver a mi familia y a mi Jane, la borraron desde adentro, solo me quedaba disfrutar a través de la ventana la vista y despedirme de la ciudad con un hasta pronto.

Son 21 horas de viaje, 21 horas estaría encerrado en ese bus hasta llegar a Santiago de Chile, sin embargo las películas y la vista ayudarían con eso. El almuerzo en la casa de Kershak había sido suficiente, pero el hambre ya asechaba, recorríamos miles de kilómetros a alta velocidad, y mi estomago empezaba a crujir. Afortunadamente la azafata nos anuncio la hora de la comido por lo que nos sirvió a cada uno de los pasajeros una bandeja con alimentos, no se si tenia mucha hambre, pero me supo delicioso y me lo comí todito. Con la barriga llena dormí todo el camino hasta atravesar todo el país. La ultima vez que mire por la ventana esa noche, estaba totalmente oscuro, ningún auto viajaba en sentido contrarío al nuestro, y los cultivos de uvas solo eran un dibujo en la mente, sabía que estaban allí, pero no se veían, solo los podía imaginar.

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